Microcuentos 2021 - Flipbook - Página 28
Mario Roa Vergara
¿Puedes describir la realidad?
La excitación se apoderó de mi cuerpo, robó mis sentidos de forma bestial y
con suaves brisas agónicas rozando mi rostro, toqué incontables veces las
puertas sexuales ocultas jamás alcanzadas por un ser impuro y grotesco
como yo. La culpa no fue suficiente y el hambre que sentía por consolidar lo
que estaba experimentando no me dejaba en paz, mi cerebro no paraba ni
por exceso de inyectarme endorfina constantemente, y la adrenalina,
semejante a mil serpientes recorriendo y mordiendo mi cuerpo, bailando
dentro de la piel manchada de vino y melancolía no permitió detenerme. Al
fin, luego de lo que a mi parecer fueron mil años de adoración frenética, dejé
de disfrutar el momento y esa intensa sensación de satisfacción por obtener
la respuesta comenzó a avergonzarme, fundiéndose en una especie de
irritación, en algo desagradable de presenciar; le miré fijamente y entendí lo
que era el dolor, me observó con unos ojos culposos llenos de piedad e
inocencia que terminaron por arruinar los mil orgasmos que estaba por
concretar. Un odio terrible se apoderó de mis pensamientos, solté el cuchillo
que tenía en mi mano con el cual corté su cuerpo y de un salto le tome por el
cuello, por ese perfecto cuello que horas antes, durante nuestra cena miré y
desee. La brutalidad se tomó el lugar; le ahorqué tan fuerte que sentía como
se acomodaban delgados músculos de su garganta. Mientras escurrían por
mis dedos dulces lágrimas rojas, escuché angelicales gemidos, parecidos a los
que vomitaba tan banalmente mientras teníamos sexo en la misma cama
minutos antes de que todo esto iniciara. Como acto final, digno de describir lo
más exacto posible, pude ver unos segundos antes de que falleciera, “esos
grandes ojos coloridos que pasaron a formar parte del panteón pálido en
donde antes hubo belleza, amor, esperanza, desesperación… miedo y ahora
solo existía la perfección culmine de la anatomía humana; un ser sin vida,
carne, huesos y un vacío cálido y pacífico”.
Por fin todo acabó, pero la pregunta y mi curiosidad quedaron en esa
habitación. Mientras prendía un cigarrillo observé todo y me sentí presente.
Antes de partir escribí la respuesta en un papel que había en el velador,
la dejé sobre su cuerpo y por primera vez en mi vida sentí claridad
total, lloré, respiré hondo y actué.